sábado, 9 de febrero de 2008

El Regeneracionismo

Se llama Regeneracionismo al movimiento intelectual que entre los siglos XIX y XX medita objetiva y científicamente sobre las causas de la decadencia de España como nación. Conviene, sin embargo, diferenciarlo de la Generación del 98, con la que se le suele confundir, ya que, si bien ambos movimientos expresan el mismo juicio pesimista sobre España, los regeneracionistas lo hacen de una forma objetiva, documentada y científica, mientras que la Generación de 1898 lo hace en forma más literaria, subjetiva y artística.

Origen del término
La palabra regeneración se encuentra ya a principio del siglo XIX y está tomada del léxico médico, como antónimo de corrupción, a fin de metaforizar una expectativa política. En realidad, es una nueva forma en la que se vierte la vieja preocupación patriótica por la decadencia del país, que se expresó en los siglos XVI y XVII a través de la obra de los arbitristas y en el siglo XVIII por medio de la Ilustración y el reformismo borbónico, a veces satirizado en la figura del llamado Proyectismo al que atacara José Cadalso en sus Cartas marruecas. Pero su desarrollo a fines del siglo XIX es una consecuencia directa de la crisis del sistema político fundado por Cánovas en la Restauración: la alternancia de partidos, que había proporcionado al país una ilusión de estabilidad y lo había librado de las Guerras carlistas, era ilusoria y se sostenía sobre la base de una gran corrupción política que impedía visualizar la efectiva miseria del pueblo y el mal reparto geográfico de una tardía revolución industrial, el caciquismo, el pucherazo electoral y el triunfo de una oligarquía económica y política, que habían relegado el papel motor de la burguesía a los reductos catalanes y vascos, adueñándose prácticamente de todo el suelo productivo del campo español mediante tramposas desamortizaciones que generaron improductivos latifundios, creando mano de obra barata en una extensa clase de jornaleros hambrientos.

Los escritores del Regeneracionismo reaccionan contra la descomposición del sistema canovista publicando estudios y ensayos que denuncian esta situación, que llega a hacerse evidente con la derrota del técnicamente obsoleto ejército español en la guerra con Estados Unidos en 1898 y la pérdida de lo que quedaba del imperio colonial español (Cuba, Puerto Rico y las Islas Filipinas).

El autor más importante de este movimiento y en cierto modo su líder fue Joaquín Costa, que causó una auténtica conmoción con sus obras Colectivismo agrario en España (1898) y Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España (1901), si bien su camino fue preparado anteriormente por Los males de la patria y la futura revolución española (1890), de Lucas Mallada y El problema español, de Ricardo Macías Picavea, así como por las críticas que sobre el analfabetismo y la pedagogía del estado habían sido vertidas por los krausistas de la Institución Libre de Enseñanza dirigida por Francisco Giner de los Ríos. Por otra parte, una constelación de autores vino a seguir los caminos marcados por Costa. Así, el alicantino Rafael Altamira (1866–1951) escribió Psicología del pueblo español (1902), donde concibe el patriotismo como un concepto espiritual ingénito en los pueblos. Tras pasar revista a los propagadores de este sentimiento desde Juan Ginés de Sepúlveda, Francisco de Quevedo, Benito Jerónimo Feijoo, etc., hasta el aragonés Lucas Mallada, cuya obra desaprueba, menciona los defectos del Idearium español propuesto por Ángel Ganivet y trata la hispanofobia francesa como un grave mal, atenuado por la hispanofilia alemana. Defiende la actuación española en América y cree que su reputación ha mejorado, pese a desinteresarse aún de sus propios asuntos. Después trata la situación presente rechazando el pesimismo de Ricardo Macías Picavea (1847–1899) en El problema nacional y su proposición de una dictadura y simpatiza con Juan Pablo Forner y con Joaquín Costa. Separa la vida nacional de la política de sus dirigentes, poco ejemplar, y resume los males nacionales en:

falta de patriotismo
desprecio de lo propio
ausencia de interés común
falta de concepto de independencia
menosprecio de la tradición.

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